Facultad de Derecho

4 de diciembre de 2015

Competitividad nacional: el precio de la energía

En los últimos meses, fruto de las declaraciones del Presidente nacional de la ANDI que reclamaba más y mejores herramientas para enfrentar la competencia internacional en el marco de los TLC y una política industrial más definida, surgieron agresivas declaraciones del gobierno y diferentes sectores de la opinión que invitaban a los empresarios a “modernizarse, competir y no lloriquear”. “Hasta los industriales se empezaron a 'fecodizar'”; “¡Que los industriales pasen del siglo XX al XXI!” y el ya conocido “Atrévanse a competir” fueron algunas de las expresiones editoriales que se inscribieron en esta especie de sanción social a los empresarios que se atrevieron a reclamar.

Por: Julio Cesar Peluffo

En los últimos meses, fruto de las declaraciones del Presidente nacional de la ANDI que reclamaba más y mejores herramientas para enfrentar la competencia internacional en el marco de los TLC y una política industrial más definida, surgieron agresivas declaraciones del gobierno y diferentes sectores de la opinión que invitaban a los empresarios a “modernizarse, competir y no lloriquear”. “Hasta los industriales se empezaron a ‘fecodizar‘”; “¡Que los industriales pasen del siglo XX al XXI!” y el ya conocido “Atrévanse a competir” fueron algunas de las expresiones editoriales que se inscribieron en esta especie de sanción social a los empresarios que se atrevieron a reclamar.

Cada una de esas frases está inmersa en una discusión de fondo sobre qué aspecto es principal en la capacidad de competencia: la condición individual, particular o una condición nacional, del país en su conjunto. Por supuesto no se trata de desconocer los esfuerzos, ingenios y logros que individualmente un empresario o una empresa de manera particular pueda alcanzar, sino de darle la relevancia que merece la intervención del Estado para ofrecer al sector privado las condiciones medias para competir en las exigencias del actual proceso de internacionalización de la economía.

Hace 25 años Darío Múnera Arango, en ese entonces presidente de la Junta Directiva de la Andi señalaba:“Entonces yo llego a la tesis de que la competencia internacional no es entre industrias ni entre empresas, sino entre naciones, naciones completas (…) En el ámbito internacional más que la capacidad de competencia empresarial o de competencia industrial juega la capacidad nacional de competencia” (Revista Andi 102, p. 15, Ene-Feb 1990).

En ese mismo sentido el Foro Económico Mundial que “la competitividad está determinada por la capacidad de una nación para crear y mantener un entorno que sustente la generación de mayor valor para sus empresas y más prosperidad para su pueblo”. (Foro Económico Mundial, Informe de Competitividad Mundial, 1996, pág. 19). Parte fundamental del “entorno que sustente la generación de mayor valor” está la capacidad, infraestructura y costos de la energía y los 5 eslabones que componen el proceso de generación, transformación, transmisión, distribución y comercialización, antes de que esta llegue al usuario final, ya sea empresarial o residencial.

En la actividad productiva los insumos energéticos son fundamentales y representan un porcentaje importante de los costos de producción de una empresa. En la industria manufacturera, por ejemplo, para subsectores como el caso de pulpa y papel, cemento, textiles, siderúrgico, fertilizantes, oxígenos medicinales, de cerámica y vidrio, la energía eléctrica representa más del 20% del costo de producción.

Según el Índice de Competitividad Global Energético, Colombia es el quinto (5to) país más competitivo a nivel global, principalmente por ser el segundo país en todo el mundo con más disponibilidad y combinación de fuentes de energía. Paradójicamente, los costos de la energía no corresponden con los niveles de disponibilidad  y combinación de fuentes de energía que exalta el índice en cuestión, que señala además que en términos de acceso y calidad de la electricidad el rendimiento del país es bastante deficiente y ocupa el puesto 88 del ranking (Global Energy Competitiveness Index, 2012, pág. 15).

En Colombia los precios para la mediana y la gran industria a febrero de 2015 representaban costos de $238/Kwh para el nivel de tensión 3 y $207,5/Kwh para el nivel de tensión 4. Mientras tanto un industrial en Estados Unidos, adquiere su energía a un precio promedio de 6.8 US$/KWh, equivalente a aproximadamente 175 $/KWh (tasa de cambio $2585). Para efectos de la comparación con las cifras presentadas para la industria de Colombia, se debe resaltar que en promedio el precio de electricidad para la industria es superior al precio promedio que obtienen los grandes consumidores, los cuales son aquellos conectados a niveles de tensión superior a 57.5KV (nivel de tensión 4).

Al comparar con los países de la región la situación es muy similar. Un estudio del Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería del Perú comparó recientemente los precios de la energía eléctrica a usuarios industriales con consumo superior a 500,000 Kwh/mes y señala a la energía colombiana como la sexta más cara de la región (11,98 US$/Kwh) por encima de competidores regionales directos como Venezuela (0,52); Argentina (1,81); Perú (7,52); Ecuador (9,56); Chile (11,47). (ANDI, Estrategia para una nueva industrialización, 2015).

Es evidente en este punto que poco o nada puede resolver de manera individual un industrial colombiano, anclado a los altos precios de la energía del país, para competir de manera equilibrada con su competencia en la región o en el resto del mundo. Pero es mucho más evidente que la solución no está en la capacidad de emprendimiento de los nacionales sino en que el Estado tome las medidas necesarias para la modernización del sector y el abaratamiento general de los costos. Un debate serio sobre esta cuestión debe empezar por la no estigmatización de las organizaciones empresariales que reclaman con justicia, más y mejores garantías para competir.

Coletilla: dos elementos coyunturales reaniman la discusión sobre los costos de la energía en Colombia 1. La venta de ISAGEN, decisión que hay que lamentar no solo por los enormes recursos que percibe la nación por este activo tan importante y que ahora perdería con la enajenación, sino porque pone en juego la soberanía energética del país y significa la renuncia del Estado a intervenir de manera activa en el costo de la energía eléctrica a favor de la competitividad nacional. 2. El anunciado incremento en las tarifas de energía es prueba del fracaso de últimos gobiernos para adaptar al país en términos de competitividad energética. También es prueba del fracaso: el objetivo era la confiabilidad del suministro a través del mercado y falló, ahora, aparte de haber pagado $600 mil millones por los consumidores a térmicas privadas para “confiabilidad del suministro” hay que pagarles $1,1billones adicionales.

*Investigador del Centro de Pensamiento Jean-Monnet, negocios, comercio, e integración, CEDIC. Candidato a magister en Integración y Globalización.

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