Facultad de Derecho

19 de octubre de 2018

El autismo de Washington

Más de una centena de jefes de Estado y de Gobierno, ministros y diplomáticos de todo el mundo, reunidos en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) reían sin disimulo cuando el presidente de los EE.UU., Donald Trump, aseveraba que su Gobierno había logrado en dos años “más que ninguno otro en la historia”

Más de una centena de jefes de Estado y de Gobierno, ministros y diplomáticos de todo el mundo, reunidos en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) reían sin disimulo cuando el presidente de los EE.UU., Donald Trump, aseveraba que su Gobierno había logrado en dos años “más que ninguno otro en la historia”, y aunque no sorteó mal la situación al replicar que no esperaba esa reacción, su objeción -y por supuesto su discurso- confirman el autismo de Washington frente al mundo y, en especial, frente a sus aliados, entre estos su Estado asociado Puerto Rico y los miembros de la Unión Europea.

Como hemos dicho en esta columna, Trump en el marco de su plan nacionalista, y en los últimos meses pensando más en los réditos para su partido en las próximas elecciones legislativas, actúa como un negociador habilidoso y ventajista que busca posiciones privilegiadas, de ahí que no dude en amenazar a propios y extraños, aunque el tono y lo dicho en la septuagésima tercera Asamblea General no tiene parangón: Acusa a China de interferir en las citadas elecciones legislativas, pide al mundo “aislar al régimen de Irán”, mientras les asegura más sanciones y describe su gobierno como una “dictadura corrupta”, y sugiere una intervención militar en Venezuela sin pasar por la ONU.

Como si fuera poco, dijo que la Corte Penal Internacional (CPI) no tiene “legitimidad ni autoridad” y rechazó lo que a su entender es la “ideología de lo global”, ratificando así -tal como lo señalamos en nuestro anterior escrito- la amenaza de John Bolton, su asesor de Seguridad Nacional, a los miembros de la CPI que participen en las investigaciones sobre presuntos crímenes de guerra cometidos por tropas estadounidenses en Afganistán.

Desde el período entre guerras no se evidenciaba un aislacionismo tan marcado del Gobierno de Washington, si bien esta práctica, muy reiterada durante gran parte de su historia, es una doctrina que se traducía en no intervenir en asuntos que no entrañaran una amenaza real para EE.UU., es decir, no involucrarse en lo que no les concierne, el que está propiciando Trump se fundamenta en lo contrario, pues todo lo que acontece en la comunidad internacional le concierne a su plan nacionalista y de ahí su interés en derruir el multilaterlismo.

Arremete contra la multilateralidad en su sede principal, justificándose en los riesgos que enfrenta la soberanía nacional y el patriotismo de “América”, y como si no comprendiera lo que dice, pidió a los asistentes que “juntos, elijamos un futuro de patriotismo, prosperidad y orgullo”.

Pero la pérdida de contacto con la realidad no es exclusiva del presidente estadounidense, en la misma Asamblea, los líderes desfilaban por su atril con discursos pensados en sus destinatarios internos y no en el reforzamiento de la multilateralidad, salvo el Secretario General, António Guterres, que no reparó en señalar que el mundo no está “ni de lejos cerca de cumplir con los objetivos pactados en el Acuerdo de París”, y advirtió sobre la emergencia mundial por el cambio climático “tenemos muchas prioridades, pero esta es la prioridad absoluta”. Deber que Donald “el presidente” y “no el pato”, pero con la misma mala leche, desconoce desde su primer día.

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