Facultad de Derecho

22 de julio de 2020

Ceguera intencionada

El 6 de febrero pasado nos referimos al “Acuerdo del siglo”, presentado al mundo en una conferencia conjunta de Donald Trump y Benjamín Netanyahu. Aseveraba, el primero, que se trataba de una solución definitiva al conflicto de Medio Oriente, “un gran paso” hacia la paz.

Por: Eric Tremolada Álvarez

El 6 de febrero pasado nos referimos al “Acuerdo del siglo”, presentado al mundo en una conferencia conjunta de Donald Trump y Benjamín Netanyahu. Aseveraba, el primero, que se trataba de una solución definitiva al conflicto de Medio Oriente, “un gran paso” hacia la paz.

Enfatizamos que no se trataba de un Acuerdo, sino de una solución impuesta que el inquilino de la Casa Blanca calificaba de “realista”, pues no se contó con los palestinos, y a su líder, Mahmoud Abbas, solo se le comunicó el proyecto mientras se le advertía “que esta podría ser la última oportunidad” para su pueblo.

Así, en esta “visión para la paz”, entre otras cosas, Palestina perdería dos centenares de asentamientos judíos, tanto estables como provisionales, y el estratégico Valle del Jordán a cambio de que le reconocieran una entidad estatal en 70% restante de Cisjordania y en la Franja de Gaza.

La agenda del reelegido Netanyahu señalaba, a partir del primer día de julio, la declaración de anexión parcial de Cisjordania. Sin embargo, fue aplazada tanto por presiones internas como externas. A nivel interno los desacuerdos en la coalición gubernamental y el rechazo de los colonos a aceptar el plan de la Casa Blanca fueron determinantes.

Los aliados centristas contemplan el plan de Trump siempre que se trate de un acuerdo real, esto es, contando con los dirigentes palestinos y árabes, y surgió una considerable oposición entre los 450.000 colonos israelíes de Cisjordania, donde se teme que los enclaves en un futuro Estado palestino de dos decenas de colonias judías aisladas, fuerce la expulsión de sus 20.000 habitantes.

A nivel internacional, la advertencia de sanciones desde Europa y el enfriamiento de relaciones con los países árabes, sumaron a la decisión de aplazar. Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea, viene advirtiendo desde febrero que la apropiación territorial “no pasará sin tener consecuencias”.

El gobierno de Macron, sin ambigüedades, ha esgrimido la imposición de sanciones culturales y económicas si se consuma la anexión. El jefe de la diplomacia alemana, Heiko Maas, le expresó a su homólogo israelí que comparte la opinión de la Unión Europea que considera la anexión incompatible con el derecho internacional, advirtiendo sobre las posibles consecuencias.

Y el líder europeo más cercano a Israel, el primer ministro británico Boris Johnson, en un diario israelí exhortó en contra de la anexión “soy un apasionado defensor de Israel, pero espero profundamente que la anexión no siga adelante”, anunciando además que su gobierno no reconocerá ningún cambio sobre la Línea Verde de 1967 que no haya sido negociado entre las partes.

Como dijimos en su momento, y ahora lo reiteramos, nada de la “visión para la paz” es conforme al derecho internacional y a las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad. Sin contigüidad territorial, agujereado por los asentamientos como un “queso suizo”, privado de sus recursos agrícolas e hídricos y de una salida al exterior en el Valle del Jordán, el Estado palestino es inviable.

No obstante, Netanyahu corre contra el tiempo, sabe perfectamente que su oportunidad para dejar una “huella” en la historia de Israel, puede expirar en cinco meses, sino reeligen al inquilino de la Casa Blanca. Una razón más para que muchos en el mundo tengamos fe en el pueblo americano.

 

Se publicó en La República el jueves, 9 de julio de 2020.

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