Facultad de Derecho

15 de noviembre de 2018

¡Consular service!

El origen de la asistencia consular es asegurar el respeto de nuestros derechos en el extranjero, pero no solo pensando en las injusticias o arbitrariedades que puedan suceder en el país que nos acoge, sino en las que incurre nuestro propio Estado a través de sus agentes, que no velan por nuestros intereses y se apartan de las prácticas, principios y normas del derecho internacional.

Por: Eric Tremolada

El origen de la asistencia consular es asegurar el respeto de nuestros derechos en el extranjero, pero no solo pensando en las injusticias o arbitrariedades que puedan suceder en el país que nos acoge, sino en las que incurre nuestro propio Estado a través de sus agentes, que no velan por nuestros intereses y se apartan de las prácticas, principios y normas del derecho internacional.

Hace más de tres años, nos referimos a este derecho regulado por la Convención de Relaciones Consulares, que fuera fruto de una conferencia codificadora convocada por Naciones Unidas y que abrió el tratado a la firma en Viena el 24 de abril de 1963.

Instrumento de 79 artículos que -infortunadamente-, se ocupa más del estatuto de las oficinas y funcionarios consulares, que de las funciones que deben desempeñar. Entonces nos motivó la perjudicial atención de los agentes consulares italianos en Bogotá que, por cierto, con constatación reciente, no solo no mejora sino que la siguen entendiendo como una concesión. En esta ocasión lo hacemos por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi.

El periodista saudí, autoexiliado en los EE.UU., acudió a su consulado en Estambul para obtener un documento de certificación del divorcio de su exesposa para poder casarse con su prometida turca, y el servicio proveído fue un pasaporte al más allá. Sus “crímenes” -entre otros- una postura crítica con el gobierno de su país y con la participación en la guerra de Yemen.

Las explicaciones son tan kafkianas como el mismo suceso: primero, no tenían ni idea dónde podía estar después de dejar el consulado; luego afirmaron estar buscándolo mientras permitían que reporteros de Reuters visitaran la sede diplomática; cuando se denunció que 15 saudíes lo habían matado aseguraron que estos no eran matones sino turistas; cuando empezaron a reconocer los hechos dijeron que “suena a que fueron unos asesinos rebeldes, pero quien sabe”; además, se filtró que un funcionario de inteligencia, amigo del príncipe heredero ordenó el interrogatorio (con su beneplácito), pero que el funcionario se excedió; por último, que Khashoggi se vio involucrado en una pelea en el consulado al intentar escapar de los hombres que querían llevarlo de vuelta a su país “se desató una lucha, los hombres evitaron que huyera, hubo golpes, Khashoggi gritó y uno de los hombres lo sujetó por el cuello y lo estranguló”.

Mientras Donald Trump entendía como razonable esto último, el gobierno de Riad, arrestó a los 15 hombres, despidió a un asesor del príncipe heredero y al mayor general Ahmed al Assiri, subdirector del departamento de inteligencia saudí, quien, según el gobierno, había organizado la operación. Es decir, se trató de un hecho premeditado y no de estrangulamiento accidental.

Así, y mientras el mundo se concentraba en el príncipe heredero, Mohámed bin Salmán y su foro de inversionistas, el rey Salmán recibió en su palacio de Al Yamama a los príncipes de más alto rango y a los ulemas del reino. Esta inadvertida reunión no explicada por la agencia estatal de noticias, con seguridad abordó la crisis resultante del asesinato del periodista, pero no para establecer los hechos o explicar por qué no hay cadáver, sino para determinar la suerte del príncipe heredero. ¿Sacrificará el rey a su hijo? En 2015 -para privilegiarlo- lo hizo con su medio hermano y un año más tarde con su sobrino.

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