Facultad de Derecho

13 de junio de 2016

A una semana del Brexit

A los que nos dedicamos a la academia nos son frecuentes los encuentros entre profesores de diferentes generaciones. Allí -con participación de estudiantes y público- intercambiamos y discutimos conceptos, teorías y paradigmas frente a las contingencias y coyunturas que acontecen. La semana pasada -en particular intensa- participé en tres debates que enriquecieron nuestros análisis y reflexiones.

El 10 de marzo opinábamos en La República sobre lo que a nuestro juicio ha sido la deconstrucción europea siguiendo –paradójicamente– el método Monnet que permitió su construcción “pequeños avances en la integración que hacen que no haya vuelta atrás al tejer una unión cada vez más estrecha, sería reemplazado por una deconstrucción también paulatina”.

Mezquinar la ayuda a los refugiados sin una repuesta conjunta y consecuente con los principios que la Unión promueve, no debería calar dentro ni fuera de sus fronteras, sin embargo, la ceguera o cinismo que destacábamos el 5 de mayo y el 11 de agosto de 2015 en el mismo diario, siguen erosionando sus cimientos. Liderazgos carentes de valor, explican primero la modesta alternativa para el Mediterráneo “Tritón”,  la tímida política de “Brazos abiertos” a iniciativa de Ángela Merkel y el reciente acuerdo con Turquía.

A esta ausencia de valor en el liderazgo europeo, se suma el chantaje del Reino Unido a sus socios. En las opiniones del 21 de mayo y el 2 de junio de 2015 cuestionábamos el –largo y planificado– desafío de Cameron a la multilateralidad europea, recordando que para contrarrestar el avance de los nacionalistas del United Kingdom Independence Party, amenazó con vetar al presidente de la Comisión Europea, y realizó la inadmisible petición de establecer cuotas de inmigrantes de la Unión, minando el principio de libre circulación y desconociendo el aporte neto de estos al Reino que fue de 20.000 millones de euros entre 2002 y 2011. Luego convirtió en disputa política con Bruselas un ajuste técnico marginal que los obligaba a pagar 2.100 millones de euros extra a los presupuestos europeos. Antes había arrinconado la mencionada alternativa para el Mediterráneo, mientras daba aviso de la expulsión de los inmigrantes comunitarios que no lograran empleo en seis meses, y como si fuera poco, quería quitarse de encima la obligación de someterse a la competencia y decisiones del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

El chantaje lo propuso en su campaña de 2013, anunciando un referendo sobre su permanencia en la Unión, y logró dos años después limitar –temporalmente– los beneficios sociales para trabajadores europeos en el Reino Unido, resquebrajando así un principio básico de la institucionalidad europea y abriendo la puerta a la vía de las excepciones que no tardará en generar un efecto cascada. No obstante, como suele suceder con los políticos sin sentido común, hoy teme que su pulso con Europa el próximo 23 de junio le salga muy caro.

Como si el origen del Brexit no fuera su responsabilidad, reconoce  que la campaña a favor de la permanencia del Reino Unido en la UE “está siendo muy competitiva”, y admitió que está durmiendo mal por las noches. Como no, el propio primer ministro se encargó durante estos años de minimizar los réditos económicos obtenidos por el Reino Unido en el marco de la UE, de ahí que los últimos sondeos de The Independent revelen que para uno de cada tres británicos, el control de la inmigración es más importante que la marcha de la economía, y la salida de la UE es el camino más directo para conseguirlo.

Con líderes políticos que tienen poco de intrépidos y mucho cálculo electoral, difícil encontrar sentido común, no solo porque es el más escaso de los sentidos, sino que con este no se ganan elecciones. Le alcanzó a Cameron para ser reelegido en 2015, pero abrió una caja peor que la de Pandora. Independientemente del resultado del Brexit ¿podremos aprender algo de esto?

 

Artículos Recientes