Facultad de Derecho

2 de julio de 2019

La provocación perfecta

Por: Eric Tremolada Álvarez

El uranio natural siempre necesita enriquecerse, tanto para el desarrollo de la energía nuclear como para fines civiles y/o militares. Sin embargo, para producir un arma nuclear, debe, además, producirse plutonio, elemento casi inexistente en la naturaleza. Por eso, la mejor forma de evitar la proliferación de armas nucleares es, por un lado, limitar el número de plantas operativas de enriquecimiento de uranio y, por el otro, controlar la exportación de conocimiento para producir plutonio y armas nucleares.

En el marco del Plan de Acción Integral Conjunto (Joint Comprehensive Plan of Action -Jcpoa), Irán acordó que durante 13 años eliminaría su reserva de uranio enriquecido medio y reduciría la de uranio poco enriquecido en 98%, además de reducir en dos tercios las centrifugadoras donde lo enriquece. Durante 15 años solo enriquecería uranio hasta 3,67%, y se comprometió a no construir nuevas instalaciones de agua pesada en el mismo período de tiempo. Y durante los primeros 10 años todo enriquecimiento se haría en una sola instalación que utilice centrifugadoras de primera generación.

Si Irán cumplía de manera verificable sus compromisos, se le aliviarían las sanciones de EE.UU., del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y de la Unión Europea. De ahí, que las partes del acuerdo suscrito en Viena el 14 de julio de 2015, además de Irán, sean los miembros permanentes del Consejo de Seguridad (EE.UU., Rusia, China, Reino Unido y Francia) más Alemania. El monitoreo y la verificación de los compromisos ha estado a cargo de la Agencia Internacional de Energía Atómica, que hasta mayo pasado ha certificado que se han cumplido los términos del acuerdo.

Pese al cumplimiento EE.UU., en octubre de 2017, no emitió la certificación que prevé su legislación, por lo que se reactivaron las sanciones contra Irán, y siete meses después anunció su retiró del Jcpoa. Como señalamos en la columna “Derruyendo el multilateralismo” (17.05.18) el cumplimiento escrupuloso de Irán, en palabras de Trump, no había servido para reducir “la injerencia maligna” de Teherán en la región (…) “el acuerdo descansaba en una gigantesca ficción (…) si no hacíamos nada, el mayor patrocinador mundial del terrorismo iba a obtener en poco tiempo la más peligrosa de las armas”.

Este es el contexto en el que acaeció el incidente de hace una semana, en el que estuvimos a 10 minutos de que se iniciara una guerra. Con ocasión del derribamiento de un dron estadounidense que, según los americanos, sobrevolaba el estrecho de Ormuz en tareas de reconocimiento, y según los iraníes había entrado en su espacio aéreo en misión de espionaje, EE.UU. decidió un ataque selectivo contra Irán como respuesta, pero canceló la operación en el último momento.

En los últimos dos meses, con ocasión del sabotaje -no aclarado- a seis petroleros, no solo está en juego el abastecimiento de crudo y su encarecimiento, sino los seguros para el transporte marítimo. La escalada verbal de las partes ha llevado a una exagerada presión contra Teherán y los iraníes han cancelado algunos de sus compromisos del Jcpoa, que ya los tenía al borde de un enfrentamiento bélico que solo esperaba la provocación perfecta.

Como dijimos entonces, citando a Peter Beinart, “mientras las demás naciones deben cumplir sus requerimientos, EE.UU. no tiene compromisos con nadie”.

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