Facultad de Derecho

5 de abril de 2022

Lecciones de la guerra

Con ocasión de la invasión rusa a Ucrania, en la columna anterior nos preguntábamos por qué la guerra sigue siendo una opción en la política internacional. Recurriendo a los niveles de análisis de Kenneth Waltz, señalábamos que el determinante principal sería la ausencia de una gobernanza que limite las interacciones entre los Estados, sin olvidar que el liderazgo y la necesidad del Estado también cuentan.

Por: Eric Tremolada

Con ocasión de la invasión rusa a Ucrania, en la columna anterior nos preguntábamos por qué la guerra sigue siendo una opción en la política internacional. Recurriendo a los niveles de análisis de Kenneth Waltz, señalábamos que el determinante principal sería la ausencia de una gobernanza que limite las interacciones entre los Estados, sin olvidar que el liderazgo y la necesidad del Estado también cuentan.

Así, no solo se trata de la personalidad de Putin y de la necesidad de Rusia de mantener su influencia sobre Ucrania, lo que la determinó fue la posibilidad de lograr que este, u otro Gobierno de Kiev, se incline por ser neutro frente a la Otan e ir reconfigurando la era imperial rusa. Para esto valoró si podía imponer su voluntad por la fuerza: primero, las limitadas posibilidades de la gobernanza internacional; segundo, las tímidas reacciones a sus anteriores invasiones de Osetia del Sur y Abjasia en 2008 y Crimea en 2014; y tercero, mientras blofeaba con la guerra, occidente anunciaba que no enviaría tropas para defender a Ucrania y que impondría solo sanciones económicas que intuía no muy duras por su dependencia del gas y petróleo rusos.

Sin embargo, una cosa es entrar en guerra y ganar batallas, y otra muy distinta conseguir sus objetivos. Yuval Harari, en The Guardian, decía esto y que las naciones se construyen sobre historias. Volodímir Zelenski sigue presidiendo a Ucrania, la resistencia del ejército y pueblo ucraniano no le han facilitado en nada la tarea a los rusos, y el odio frente a los invasores crece. La invasión rápida que pretendía Putin para colocar un gobierno prorruso con el aval del pueblo ucraniano, no solo no está cerca, sino que ya no es posible. Harari cita unas cuantas historias de resistencia que día tras día se siguen suscitando y que más allá de ganarse la admiración del mundo, consolidan una nación con todas sus letras.

Y esa consolidación de la nación ucraniana es una derrota para Putin en dos sentidos, primero, porque en su narrativa Ucrania no era una nación real, insistía en que los habitantes de Kyiv, Kharkiv y Lviv anhelaban el gobierno de Moscú y, segundo, porque a través de sus historias de resistencia queda claro que no se dejarán controlar por Moscú, ni siquiera con un gobierno ucraniano prorruso. Qué paradoja, Putin desconoció los más de 1.000 años de esta nación y hoy ayuda a consolidar ese pasado y su futuro. No habrá generación venidera entre los ucranianos que olviden la invasión y su resistencia.

La otra lección es el debate jurídico que se libra en la Corte Internacional de Justicia. Putin, como todo sátrapa, “justificó” su acción militar en Ucrania por el “genocidio” que sufre la población rusoparlante en las provincias ucranianas de Donetsk y Lugansk. Ucrania, por su parte, solicita a la Corte medidas provisionales sobre las alegaciones rusas de genocidio, para ello se fundamenta en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio y dice que si las operaciones militares iniciadas el 24 de febrero de 2022 tienen como finalidad y objetivo la prevención y el castigo de un presunto genocidio, Rusia debe suspender de inmediato estas acciones y garantizar que no adoptará ninguna acción que agrave o extienda la disputa. Ante el máximo intérprete del derecho internacional, le desbaratan a Putin su “justificada” invasión.

Se publicó en La República el 17 de marzo de 2022.

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