Facultad de Derecho

24 de junio de 2020

Mentiras americanas

En un reciente escrito de Carmelo Mesa Lago, publicado en Nueva Sociedad, resalta siete inequidades del presidente Trump, que él califica como “ley del embudo”, ancho para ricos y poderosos, y estrecho para pobres y desprotegidos.

Por: Eric Tremolada Álvarez

En un reciente escrito de Carmelo Mesa Lago, publicado en Nueva Sociedad, resalta siete inequidades del presidente Trump, que él califica como “ley del embudo”, ancho para ricos y poderosos, y estrecho para pobres y desprotegidos. Inequidades fundadas en mentiras, muchas referidas en columnas previas y que hoy resumimos.

En 2017, la reforma tributaria de Trump anunciaba con bombos y platillos que al disminuir impuestos, ese ahorro se invertiría en la economía y eso financiaría el déficit de ingresos. Esto no ocurrió porque los favorecidos se comieron las ganancias y/o aumentaron los dividendos a sus accionistas. Esta regresiva reforma dirigida a los que ganan al año cinco o más millones de dólares, el 1% de los más opulentos, concentró 83% de la disminución de impuestos.

Economistas de la propia Casa Blanca publicaron un estudio en el penúltimo trimestre de 2019, que pronosticaba que una pandemia no comparable con la influenza común, sería capaz de segar la vida de medio millón de americanos, además de destruir la economía. Pese al estudio, Trump asimiló el covid-19 a una gripe común, que desaparecería en el verano, aseverando que causaba menos muertes. En marzo retrasó los confinamientos y en abril anunciaba las medidas de reapertura, alegando que solo habría 60.000 muertes.

Con fundamento en la Ley de Defensa de la Producción, concentró poderes y sin desparpajo alguno aseguraba -sin que sea cierto-, que los exámenes de diagnóstico estaban disponibles para todos, demoró la compra de suministros y el mandato a las empresas que los fabricasen, y cuando la pandemia alcanzó niveles alarmantes, acusó a los gobernadores de exagerar respecto a las necesidades mientras enviaba ventiladores y máscaras a cuentagotas. Concentración de poder que reñía, tanto con la responsabilidad atribuída a los estados para combatir la pandemia, como con su anuncio de que “el presidente de los EE.UU. tiene autoridad total […] y los gobernadores lo saben”.

Promocionó la hidroxicloroquina como milagrosa, desconociendo que la oficina federal advertía su riesgo mortal, y que existían estudios que la asociaban con muertes por complicaciones cardíacas. Mientras se denunciaba que el Presidente invertía en la farmacéutica, las ventas crecieron 46 veces, y adicionalmente provocó una escasez mundial de un fármaco indispensable para millones de enfermos de malaria, lupus y artritis. Como si fuera poco, su yerno y asesor interfirió para conseguir máscaras y ventiladores destinados a aliados poderosos y familiares antes que a los hospitales.

Desigualdades que se hacen evidentes cuando se quiere acceder a exámenes de diagnóstico, ventiladores y unidades de cuidados intensivos, pues está muy lejos, como señala Mesa Lago, de ser objetivo y ético, por el contrario, los hispanos y los afroamericanos enfrentan el doble de la probabilidad de los blancos de sucumbir al virus.

El paquete de rescate económico aprobado por el Congreso por US$2,3 billones, que beneficiará a millones de estadounidenses, pequeñas empresas, hospitales, trabajadores de la salud y brindará asistencia alimentaria e ingreso de emergencia, se logró gracias a los demócratas, pues inicialmente priorizaba a las grandes corporaciones.

Este es el país que promueve el inquilino de la Casa Blanca, basado en la riqueza, raza, poder, género, edad y, por supuesto, conexiones.

 

Se publico en La República el jueves, 11 de junio de 2020

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