Facultad de Derecho

15 de noviembre de 2018

Un buen ejercicio de autodeterminación

Un archipiélago de Oceanía situado en la Melanesia, que se encuentra a 16.000 km de París, y que con Wallis y Futuna, y la Polinesia francesa, permiten a Francia, tener presencia estratégica en el Pacífico, cuestionó hace 30 años de forma violenta su condición de territorio de ultramar.

Por: Eric Tremolada

Un archipiélago de Oceanía situado en la Melanesia, que se encuentra a 16.000 km de París, y que con Wallis y Futuna, y la Polinesia francesa, permiten a Francia, tener presencia estratégica en el Pacífico, cuestionó hace 30 años de forma violenta su condición de territorio de ultramar. Nos referimos a Nueva Caledonia, territorio francés donde viven 270.000 personas, de las cuales 40% es población autóctona (kanakos) y 30% europeos, y goza de un alto grado de autonomía salvo en lo militar, policial y judicial, y que con una superficie de 18.575 km2, es el quinto productor mundial de níquel.

El 5 de mayo de 1988 un grupo independentista desafió a la República tomando como rehenes a 23 gendarmes franceses. El episodio, que se tradujo en una reacción conjunta de fuerzas francesas de gendarmería, ejército y marina, y que dejó como saldo dos militares muertos, dos gravemente heridos, mientras morían 19 independentistas kanakos, y otros 14 eran detenidos, fue la génesis del referéndum del pasado 4 de noviembre, en el que los habitantes del archipiélago decidieron entre el acceso a la plena soberanía o seguir siendo un territorio francés de ultramar.

Hace un año se despejó el camino al referéndum de autodeterminación de este territorio dependiente de Francia desde 1853. Una vez fijado el censo electoral para definir quiénes tenían derecho a participar en la consulta, se superó el principal escollo entre los independentistas y los partidarios de seguir formando parte de Francia: cerca de 160.000 residentes y 11.000 nativos, y se concertó el número de colegios electorales y la presencia de observadores externos. Con esto se daba una hoja de ruta a los acuerdos de Numea de mayo de 1998, que preveían un traspaso de poderes hacia este territorio francés entre 2014 y 2018.

No deja de ser curioso que este territorio de ultramar de Francia, que goza de una autonomía incomparable respecto a los otros 10 que dependen de la República francesa, que goza de instituciones propias con capacidad para legislar llegó, al final, a un proceso de autodeterminación con 54% de los caledonios que se oponían a la independencia, frente a 24% de separatistas y 21% de indecisos. Así, el pasado 4 de noviembre, con la pregunta “¿Quiere usted que Nueva Caledonia acceda a la plena soberanía y se convierta en independiente?”, el NO obtuvo 56,4% de votos y el SÍ, 43,6%. La participación fue elevada, 80,63% del censo que, comparado con las presidenciales de 2017, sumó una adición de 27%.

Como los acuerdos de Numea prevén la celebración de otras dos consultas antes de 2022, muchos temen que la fractura entre los kanakos de origen melanesio y los descendientes de europeos, incluidos los mestizos, se profundice y se pierda la estabilidad y convivencia de los últimos 30 años.

En todo caso este territorio, que ya disfruta de una soberanía parcial, pese a las dificultades, con el tiempo se ha convertido en un ejemplo del ejercicio de la autodeterminación gracias a las apuestas decididas de los caledonianos de ambas sensibilidades, y del Estado francés.

Parafraseando al presidente francés Emmanuel Macron, “no hay otro camino que el diálogo”, no solo para construir la Nueva Caledonia del futuro, sino para los otros 16 territorios no autónomos que están incluidos en la lista de las Naciones Unidas.

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