Facultad de Derecho

3 de febrero de 2017

“Unprecedented”

En un claro redireccionamiento de lo que será la política exterior americana, Trump dedicó, desde noviembre, una serie de tuits provocadores en contra de China

La práctica internacional entiende que los jefes de Estado, de gobierno y los ministros de relaciones exteriores -en virtud de sus funciones y sin acreditar plenos poderes- pueden configurar obligaciones internacionales. De ahí que los representantes de los Estados, con el apoyo de sus servicios exteriores, sean muy cuidadosos en sus pronunciamientos verbales o escritos. No obstante, los líderes de hoy -inseguros y necesitados de vigencia- se caracterizan por una inusual incontinencia verbal o escrita, esta última facilitada por las redes sociales que empobrecen la política y banalizan los debates.

Esta superficialidad, que se centra en exaltar emociones -incluso mintiendo-, fue determinante en los resultados electorales de 2016 que reconfiguraron el futuro del Reino Unido, de Colombia y de EE.UU.. El recién investido presidente Trump, como candidato y presidente electo no dudó en pronunciarse sobre todo y contra todos.

En un claro redireccionamiento de lo que será la política exterior americana, Trump dedicó, desde noviembre, una serie de tuits provocadores en contra de China que al conversar con la presidenta taiwanesa no solo no reconoce “una sola China”, sino de forma expresa -a través de una entrevista y la red- sugirió que estaba reconsiderando la relación de su país con la isla.

Como si fuera poco, sin ninguna diplomacia, criticó a la República Popular por la forma de comerciar, por la política monetaria, por la postura militar en el mar del Sur y porque no hacían lo suficiente para frenar la carrera nuclear de Corea del Norte. Adicionalmente, con lo que parece ser la misma facilidad para equivocar palabras de Nicolás Maduro -en este caso por escrito-Trump acusó a Pekín de robarse una sonda submarina y señaló que se trataba de un hecho “sin presidente” (unpresidented act).

Contrariamente en sus tuits se acerca a Rusia. Marc Bassets interpreta esto como lo que hizo Nixon en los 60: aproximarse a China para contrarrestar a Rusia. Trump haría lo propio con Rusia para contrarrestar a China. En todo caso, al igual que Moscú, cargó contra los espías estadounidenses por haber llegado a la conclusión de que Rusia fue la responsable del robo y difusión de miles de correos de la campaña demócrata.

Otro claro viraje, es su intención de “reforzar y expandir” las capacidades nucleares americanas. No dudó en reafirmarlo cuando se le interrogó sobre si esto generaría una carrera armamen- tística “los superaremos a cada paso y sobreviviremos a todos”.

En vísperas de navidad condenó el atentado de Berlín como un ataque contra los cristianos y habló con el presidente egipcio Abdelfatah Al Sisi para que se opusiese a una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que condenaba los asentamientos israelíes en territorios palestinos -que por suerte sí prosperó-, y matizando el discurso anti mexicano, cenó con Carlos Slim.

Al inicio del año reiteró su anuncio de campaña de denunciar el Tratado con México y Canadá con la intención de imponer un arancel a las importaciones, y ya como presidente lo ratifica y anuncia, además, el retiro del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP).

La comunidad internacional -de manera estratégica- ha reaccionado con prudencia a los tuits. Hoy puede aprovechar su incontinencia que bien podría configurar obligaciones en favor de terceros, y conjuntamente, innumerables dolores de cabeza a la Secretaría de Estado que tendrá que producir explicaciones razonables.

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