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15 de diciembre de 2018

La cuarta revolución industrial y la desigualdad

Por: Santiago Contreras

Es probable que la disrupción y la innovación que campean en el nuevo milenio tengan el potencial de generar un daño colateral social.

La innovación tecnológica y la modernización de procesos son constantes en nuestros tiempos, por lo que el analista de la época debe optar por adoptar una mirada holística frente a las disrupciones que la era de la información ha venido generando que, si bien implica una franca mejora en la calidad de vida de las personas, facilitando procedimientos, haciendo mucho más expeditas las relaciones personales, sociales y económicas, reduciendo significativamente costos de transacción en la vida cotidiana y permitiendo un mayor flujo de información; también puede generar detrimento en algunos sectores poblacionales, especialmente las clases bajas, debido a la falta de educación y acceso a los sistemas de información y los servicios de la era digital. La tecnología se ha venido posicionando en los escritorios de los jefes de Estado como una útil herramienta en el desarrollo de los temas claves de la agenda global; pero ¿qué sucede cuando la tecnología pueda agravar una situación que se proponía erradicar?

Panorama mundial de la desigualdad

La desigualdad económica es un hecho generalizado y, hasta cierto punto, inevitable. Es sin embargo nuestra convicción que, en caso que el incremento de la desigualdad no sea debidamente monitoreado y enfrentado, puede llevar a todo tipo de catástrofes políticas, económicas y sociales.

Con estas palabras se establecen los objetivos del resumen ejecutivo del informe sobre la desigualdad global del 2018[1]; palabras que representan una aceptación de la imposibilidad de subsanar la desigualdad económica entre individuos y entre naciones, y que el principal objetivo de los gobiernos es monitorearla para progresivamente reducir esa brecha. La conclusión del informe parece soportar el hecho de que la desigualdad de ingresos está aumentando, y las nuevas tecnologías amenazan con empeorar esta tendencia, aumentando las distancias entre clases sociales.

Véanse los gráficos de dicho informe sobre la desigualdad, producto del trabajo investigativo del World Inequality Lab, que establecen una constante en diferentes partes del mundo.[2]

El panorama no es alentador, según los gráficos, cada vez es mayor la participación del 10% de la población con mayores ingresos en el total de los de cada Estado.  Esto es, cada vez más la riqueza se concentran en el 10% más acaudalado de las naciones, es un ambiente propicio para el renacimiento de las plutocracias.

Si el discurso se contextualiza en Colombia, se observa que el coeficiente de Gini para el año 2016 era de 0,508; si se mira en retrospectiva, las cifras establecen que la desigualdad en Colombia se ha reducido, pues datos del BM establecen que el índice de Gini en 1992 era de 0,515. Ello implica una reducción de 0,06 puntos que, si bien implican un descenso, en realidad no representa una fracción considerable, lo cual permitiría concluir que la desigualdad en Colombia se ha mantenido constante. El último reporte del BM para Colombia indica que nuestro país presenta el mayor coeficiente de la región, seguido por Panamá (0,504) y Honduras (0,5). No obstante, la escasez de datos actualizados puede implicar una zona gris, por ejemplo, para el año 2015, Brasil presentó un índice de 0,513; de modo que el análisis debe también enfocarse en la posible búsqueda de datos actualizados para ver las transiciones (si es que las hay) en los últimos años.

¿Cómo la Cuarta Revolución Industrial ha propiciado el aumento de la desigualdad?

La cuarta revolución industrial está redefiniendo los parámetros de la sociedad al incluir constantes innovaciones que suponen adaptaciones drásticas que amenazan con agrandar cada vez más la desigualdad entre las clases sociales. En ese entendido, la versatilidad del individuo constituye un valor agregado imprescindible en los tiempos actuales.

Esta amenaza de agrandar la inequidad se puede observar si se analizan detenidamente ciertos aspectos; como por ejemplo el cambio en las relaciones laborales, o la inclusión de tecnologías desconocidas para un gran sector de la población. A pesar de todo ello, diversas opiniones han surgido para contrarrestar el fenómeno de la desigualdad creciente en la era de la tecnología, como lo es la institucionalización de una renta básica universal a la par del incremento progresivo de la automatización en la cotidianidad, como se propuso como plan piloto en países como Finlandia e India[3], compensando así la pérdida masiva de empleos pero estableciendo una carga pecuniaria al gobierno de pagarle a las personas básicamente por vivir. Se han propuesto soluciones kafkianas para la realidad kafkiana de la Cuarta Revolución Industrial, sin embargo, primero parecería menester ahondar un poco más en la influencia de las dinámicas actuales en la concentración cada vez mayor de capital en menos manos.

Con respecto a los cambios en las dinámicas laborales, la obsolescencia de algunos empleos se encuentra muy cerca debido a que el progreso tecnológico ha dado paso a la automatización de muchas funciones que antaño correspondían a un trabajador. Como aconteció en el siglo XVIII con la primera revolución industrial, existe la amenaza latente del reemplazo del hombre por la máquina, que a futuro podría terminar generando una ola masiva de desempleo con profundas repercusiones macroeconómicas. Sin embargo, bien sería una injusticia no reconocer el hecho de que la tecnología también es fuente de empleo. Se estima que en comparación, ha creado más empleos de los que ha suprimido. Solo en Europa, en los primeros 16 años del milenio, la tecnología ha ayudado a crear aproximadamente 23 millones de empleos.[4]

Si el trabajo está presentando importantes cambios, lo mismo ocurre con el trabajador. Trabajar y negociar ya no requieren la presencia física de las personas en determinado espacio y tiempo, y la digitalización de las transacciones ha generado un cambio estructural en la forma de vivir. Este proceso es concomitante con una transformación de las aptitudes en el ambiente laboral. La automatización ha generado que las tareas relativamente básicas sean desarrolladas por una máquina, ahorrando costos para el empleador y desplazando al trabajador, generando que la demanda laboral se concentre en buscar aptitudes de una avanzada complejidad cognitiva, de relaciones interpersonales y de adaptabilidad.

Al existir esta alteración de la demanda laboral, los trabajadores que cumplen funciones de poca dificultad cognitiva se están quedando cada vez más al margen de la economía, generando la ampliación de la brecha salarial. El problema radica en que la población que por lo general tiene este tipo de empleos corresponde a población con poca instrucción académica y de condiciones económicas precarias, quienes, al no tener aptitudes laborales diferentes a las básicas, terminan por ser reemplazados por máquinas y aumentando la cifra del desempleo, generándose así una mayor dificultad para que salgan de la pobreza.

Otro punto de relevancia capital es el referente a la modernización de ciertas instituciones como el dinero que hacen parte de la cotidianidad. Así, por ejemplo, en el 2016 se comenzó a ejecutar una política de desmonetización en India para combatir el fenómeno de financiación del mercado negro de ese país. La política tenía la meta de alcanzar 25.000’000.000 de transacciones digitales. Sin embargo, el 95% de las transacciones en India siguen siendo con dinero físico.

La implementación del dinero digital requiere que se establezca una mejor infraestructura tecnológica, esto es, como mínimo, la garantía de cobertura de señal móvil y el acceso a internet de alta velocidad a toda la población. La desmonetización implica un cambio en las costumbres que repercute en el acceso al capital. Los niveles de educación y de ingresos tienen una fuerte relación con la adopción de métodos de pago alternativos al dinero, lo cual restringe la versatilidad de las operaciones de capital a una clase social determinada, generando más desigualdad económica; esto porque en principio las clases altas son aquellas que tienen mayor acercamiento a las tecnologías y a la educación financiera.

En países con economías emergentes, el grueso poblacional está representado en la clase trabajadora de medianos o bajos ingresos, y muchos trabajadores se encuentran en el sector informal. Esta coyuntura fomenta las operaciones mercantiles de poca complejidad tecnológica, generando problemas a la hora de cambiar el régimen de pago (que es en últimas el propósito de la desmonetización). Todo lo anterior implica que la dependencia del dinero es mucho mayor entre los trabajadores informales, generando barreras estructurales para la transformación digital total de la moneda.

El acceso a productos financieros diversos y de calidad (también llamado inclusión financiera) es una de las grandes variables que permitirían mitigar los efectos contraproducentes en el campo de la desigualdad producida por la Cuarta Revolución Industrial. La adaptabilidad de las economías a los medios digitales puede marcar la diferencia y la garantía de acceso a esos medios a un mayor rango poblacional puede activar sectores productivos, generando crecimiento económico en los Estados. Por el contrario, una baja inclusión financiera es un síntoma en muchos casos de una economía anacrónica y de un sistema financiero poco robusto, que pueden terminan anclando a las naciones al subdesarrollo.

Tráigase a colación un ejemplo comparativo: Por un lado mírese la República Popular China (RPC), que, a pesar de ser una economía en desarrollo, en términos de PIB nominal es la segunda economía mundial con un PIB de USD 12.237.700,48 millones[5] en el 2017 (USD 12,237 billones), y su inclusión financiera arroja resultados sorprendentes: en el 2017, el 80% de los adultos tenía una cuenta bancaria y el número de transacciones cashless per cápita era de 26.1[6].

Por otro lado, téngase una economía mediana como la colombiana, cuyo PIB nominal en el 2017 era de USD 309.191,38 millones[7],  en donde solo el 46% de los adultos en ese año tenía una cuenta bancaria y las transacciones Cashless per cápita son 12.8.[8]

La diferencia es notable, China está en un proceso de modernización financiera y tiene una ventaja indudable sobre Colombia en este punto específico. La brecha es aún mayor si se hace la comparación entre las grandes economías y las más precarias. Las conclusiones numéricas pueden indicar que el grado de desarrollo de la economía está ligado al grado de inclusión financiera, esto es, a la garantía de acceso a todos los sectores sociales (especialmente a los usualmente marginados) a los productos y servicios financieros.

La precaria inclusión financiera, y en especial de las clases bajas, radica en varios puntos, entre ellos, poca educación financiera y restringido acceso al crédito por las condiciones de la persona. El problema de la falta de acceso a los medios digitales por un sector de la población podría solucionarse con una verdadera pedagogía financiera y de alternativas de pago, acompañada de una reforma de infraestructura que garantice a cualquier ciudadano poder realizar sus transacciones digitales de forma fácil, rápida y segura.

La desigualdad es un tema que va más allá de la innovación tecnológica, pero sin duda alguna esta ha sido un factor importante e influyente en el aumento de la concentración de ingresos en menos personas. La Cuarta Revolución Industrial está ampliando esta brecha y deben tenerse en cuenta todas las variables para poder contrarrestar los efectos sociales negativos de la innovación.

 

Notas

[1] Recuperado de https://wir2018.wid.world/files/download/wir2018-full-report-english.pdf

[2] Disponibles en español en https://wir2018.wid.world/part-2.html#article-6

[3] Tomado de https://futurism.com/4-bill-gates-thinks-countries-arent-ready-for-basic-income-yet

[4] Datos recuperados de https://voxeu.org/article/changing-nature-work

[5] Fuente: BM, recuperado de  https://datos.bancomundial.org/indicador/NY.GDP.MKTP.CD

[6] Fuente: BM, recuperado de http://ufa.worldbank.org/country-progress/china

[7] Fuente: BM, recuperado de  https://datos.bancomundial.org/indicador/NY.GDP.MKTP.CD

[8] Fuente: BM, recuperado de http://ufa.worldbank.org/country-progress/colombia

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