Facultad de Derecho

16 de septiembre de 2017

¿Cómo se podría incrementar la eficacia de la Conciliación en Colombia?

Ante el actual estado del sistema judicial, la sociedad demanda un mecanismo a través del cual se pueda solucionar amigablemente las diferencias surgidas como consecuencia de la interacción entre conciudadanos. En este sentido, una de las opciones que ha demostrado su eficacia es la conciliación, pero para que esta alternativa tenga un mayor alcance, es necesario que a su vez contribuyamos con un cambio de mentalidad enfocado hacia la prevención del escalamiento de las diferencias.

 

En el cuadro de Albert Besnard al que llamó La Paz y La Justicia, exhibido en el Gran Salón de la Justicia de la Corte Internacional de Justicia, Palacio de la Paz en La Haya, en la parte superior se representa la justicia en una roca como una mujer vestida de rojo, que escucha a los representantes de las partes quienes abogan en defensa de sus respectivos intereses.

En la parte inferior de la pintura, se observa a Irene, la diosa de la paz, con un niño en sus brazos, Plutus, el dios de la prosperidad, y un ramo de olivo, símbolo de paz y de victoria. Irene y Plutus separan a dos guerreros que se encontraban enfrentados pero que, por la intervención de aquellos, ya abandonan el campo de batalla.[1]

Al avanzarse en el proceso de paz colombiano, depuestas algunas armas y quedando disidentes de la FARC por entregarse, mientras que ya se empezó un proceso similar con el ELN, cualquiera pensaría que se ha allanado el camino hacia una auténtica convivencia social, pero analizando la estadística de homicidios de 2016, según la cual hubo 12.262 muertes violentas, de las cuales 440 se generaron del conflicto armado[2], es decir, menos del 4%, puede llevar a pensar que el tejido social básico en Colombia demanda una reparación a fondo.

Para empezar, resulta crucial determinar a qué se debe el alto nivel de violencia que experimentamos, requiriéndose que analicemos nuestra esencia como pueblo, la cual es un elemento que indudablemente hace parte de la multicausalidad de la violencia que nos azota.

 

Parte de la respuesta se encuentra en la forma en la que reaccionamos usualmente cuando consideramos que estamos siendo atacados, respondiendo a los agravios en forma agresiva en procura de salvaguardar nuestro valor, respuesta que nos encasilla en una cultura de honor, las cuales tienden a ser violentas, dejado explicito, verbal, gestual o actitudinalmente, que no somos débiles. Que se debe estar dispuesto a luchar en respuesta incluso al más mínimo desafío a la reputación. Es un mundo donde la reputación de un hombre está en el centro de su sustento y su autoestima.[3]

Otras de las características de la cultura de honor es que suelen generarse en sociedades que subsisten principalmente de la agricultura y la ganadería, con un régimen centralizado de poder incapaz de garantizar el bienestar y el goce tranquilo de la propiedad de los ciudadanos. Este tipo de ambiente propende a que existan rangos sociales que pueden ser alterables como resultado de la permanente contienda entre los diferentes grupos sociales por el poder económico y político.[4] ¿Les parece familiar?

Como reflejo de nuestra cultura innata y el hecho de carecer de un sistema judicial que actúe con prontitud, el cual en nuestro medio no es el mejor por las varias falencias que lo aquejan, en ocasiones los conflictos se llevan hasta las últimas consecuencias, aunque implique una considerable pérdida económica para ambas partes, porque lo que interesa es ante todo el honor, el cual, por supuesto es importante, pero cuando es distorsionado y exacerbado por nuestro carácter visceral tenemos la receta perfecta para el desastre, es decir, para un escalamiento exponencial de las disputas con un alto grado de impunidad en los hechos que se generan como resultado.

Lo más grave de este contexto es que cuando en un país no es posible garantizar un sistema judicial eficiente, eficaz e imparcial, dicha situación implica para los sectores de la sociedad menos favorecidos estar expuestos a mayores arbitrariedades, por una parte, porque se generaliza la indiferencia ante las agresiones de todo tipo y, por otra, debido a que ante esta insensibilidad de los conciudadanos no permite que se genere una presión efectiva sobre las instancias legales para que sean protegidos integralmente sus derechos.[5]

La falta de solidaridad social contemporánea ha sido condenada como una de las consecuencias negativas del capitalismo salvaje, afectando al trípode conformado por “la autoridad ganada, el respeto mutuo y la cooperación durante una crisis”.[6]

Ante este escenario, muchas personas de bien antes de quedar a merced de deudores morosos, vecinos insolentes, agresores y todo tipo de personajes que no siguen lineamiento moral alguno, optan por recurrir a las vías de hecho, compensando cuentas por sus propias manos.

Al ser un método de solución amigable de controversias que permite explorar más allá de quien tiene más poder de negociación o la razón desde aspecto legal, la conciliación, cuando es realizada por un conciliador idóneo y existe voluntad de arreglo por parte de las facciones enfrentadas, puede llegar realmente al quid del asunto, aclarándose malos entendidos, desagravios o incumplimientos, coadyuvando a subsanar relaciones personales y comerciales. Además de todas bondades que comporta la conciliación, la más importante es que ayuda a reparar el tejido social, a pesar de los factores que tratan de destruirlo.

En la última estadística publicada del Programa Nacional de Conciliación, el reporte de los centros de conciliación a nivel nacional arrojó para el 2015[7] el siguiente cuadro:

 

Tipo Documento

Tipo Resultado  

Cantidad Totales

Acta de conciliación Conciliación parcial 1.251
Conciliación total 40.923
Acta de conciliación – Total 42.174
Constancia Asunto no conciliable 426
Inasistencia 24.981
No acuerdo

20.083

Constancia – Total 45.490
Otros resultados Acuerdo extra conciliación 366
Falta de competencia 107
Otros 6414
Retiro solicitud 1108
Otros resultados –Total

7.995

Gran Total 95.559

 

Como se puede apreciar, el 26% de las ocasiones en las cuales se citó a conciliación no se pudo realizar por inasistencia de alguna de las partes. Ahora bien, si excluimos de la ecuación las inasistencias y tenemos en cuenta las oportunidades en donde todos los partícipes de un conflicto han permitido que un conciliador les ayude a superar las diferencias, la conciliación alcanza una efectividad del 60%.

¿la pregunta clave pasa a ser entonces, porque este método de solución alternativa de conflictos en donde se tiene la posibilidad del más del 50% de resolver disputas sobre asuntos transigibles y desistibles, la regla general no es arreglar las diferencias en conciliaciones extrajudiciales o en la etapa de conciliación?

Una de las razones puede ser la desidia mostrada por algunos empleados estatales con funciones de conciliación en muchos sitios dispuestos para tal fin.  En días pasados tuve la oportunidad de asistir como apoderado (ad honorem) a una conciliación realizada en una Casa de Justicia. Dentro de los aspectos positivos resaltaría las excelentes instalaciones lo cual incide en mejorar la disposición cordial de los asistentes. Desafortunadamente, la actitud del conciliador designado chocaba con la comodidad experimentada, pues en contraste, no puso el menor empeño en reparar las relaciones y pretendía que se llegara a un acuerdo en cuarenta minutos en donde estaban presentes cinco partes. Desaprovechándose asì una excelente oportunidad de arreglar una diferencia menor. Según las cifras mostradas, esa afortunadamente no es la regla general.

 

Al final, unos se fueron manifestando su intención de iniciar un proceso de rendición de cuentas, mientras que los otros indicaron que acudirían a un proceso penal por calumnia, escalándose el conflicto, con la consiguiente recarga del ya sobresaturado sistema judicial colombiano.

Sin embargo, cuando las partes no concilian y deciden acudir ante las instancias judiciales, se dan cuenta que esa opción no es para nada la alternativa màs satisfactoria, por su lentitud, sobrecarga de procesos, un alto grado de corrupción que ha llegado a impregnar a las altas cortes, impunidad y el estado deplorable de muchos juzgados, entre otras cuestiones.

Pero no todo se lo podemos dejar a la conciliación. En nuestro país se requiere un cambio de paradigma social. Japón, por ejemplo, pasó de una cultura guerrera samurái a una corporativa y renovada. Claro que no fue un proceso fácil, se requirieron de dos bombas nucleares para que se diera dicha transformación.[8] Esperemos que nosotros no necesitemos tocar fondo y sea suficiente atendiendo el llamado al sentido común, además de la educación de buena calidad y para todos.

Al implicar una modificación de la mentalidad de un país, la tarea trasciende el alcance de un mecanismo de resolución de conflicto, por lo que es imperativo incluir en nuestras escuelas y universidades cátedras de manejo positivo del conflicto.

Adicionalmente, resulta trascendental seguir impulsando más programas de resolución alternativa de conflictos por parte del Ministerio de Justicia y del Derecho, gracias a los cuales, según las estadísticas, se resuelven diariamente cerca de cien disputas, con lo que se mejoran las condiciones de convivencia social, lo que representa un alivio considerable para el sistema judicial y la sociedad.[9]

Estas constituyen alguna de las medidas que se requerirían para generar en nosotros, por lo menos, la percepción de armonía social lo cual contribuirá a que alcancemos la verdadera paz, de tal manera que no continuemos sacrificando a Plutus. De lo contrario, vamos a pasar a la historia como el país que lo tuvo todo, pero la mentalidad de sus habitantes no estuvo a la altura de un mejor destino.

 

* Luis Alfonso Gómez es abogado de la Universidad Externado de Colombia, especialista en Derecho Financiero de la Universidad del Rosario, Máster en Negocios Internacionales y Gerencia de la Universidad de Westminster en Londres, curso de Estrategias Exitosas de Negociación de la Universidad de Cambridge, formó parte del equipo legal de Motorola en Inglaterra. Miembro del Subcomité de Practicas Mercantiles de la CCI. Realizó el programa certificado en Enseñanza e Investigación en Negociación en la Kellogg School of Management, Northwestern University. Autor del libro Negociación Internacional – Enfoque Estratégico. Fue abogado asociado de la firma Rincón-Cuellar,

Actualmente se desempeña como conciliador del Centro de Arbitraje y Conciliación de la Cámara de Comercio de Bogotá y docente investigador del Departamento de Derecho de los Negocios de la Universidad Externado de Colombia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] https://www.peacepalacelibrary.nl/2012/06/doves-swords-scales-and/

[2] http://www.elespectador.com/noticias/nacional/se-desactiva-la-guerra-pero-la-violencia-sigue-en-colombia-articulo-688480. Cifras muy cercanas a las de la Policía Nacional https://www.policia.gov.co/file/86863/download?token=7guEukSz.

[3] Gladwell, M. (2008). Outliers: The story of success. Little, Brown and Co.  Nueva York.

[4] Brett, J. (2014). Negotiating Globally. 3rd edition. Jossey-Bass. San Francisco.

[5] De Sousa, B. (200). Sociología Jurídica Crítica. Para un nuevo sentido común en el derecho. ILSA. Bogotá. 2009. Pág. 111.

[6] Sennett, R. (2012). Juntos. Anagrama. Barcelona.

[7] https://conciliacion.gov.co/portal/Estad%C3%ADstica/Estad%C3%ADsticas-2015

[8] Programa La Reconstrucción del Japón: El Regreso de las Cenizas. Historias del Mundo. Por Diana Uribe. Transmitido por Caracol. https://www.youtube.com/watch?v=Xxsql60AZDY

[9]http://www.minjusticia.gov.co/Noticias/TabId/157/ArtMID/1271/ArticleID/663/En-Colombia-cada-24-horas-se-resuelven-cien-conflictos-de-manera-dialogada.aspx

Artículos Recientes