Facultad de Derecho

22 de agosto de 2017

De la economía colaborativa a la economía del dato

La economía colaborativa se interpreta en ocasiones de manera autónoma frente a la evolución del ecosistema digital y de la economía misma. La perspectiva más acertada parece ser vinculada a la profundización de la experiencia de la información como centro alternativo (a otros activos más tradicionales incluyendo activos intangibles como marcas y patentes) respecto del cual surgen modelos de negocios basados en los datos junto con activos tangibles.

La economía colaborativa se interpreta en ocasiones de manera autónoma frente a la evolución del ecosistema digital y de la economía misma. La perspectiva más acertada parece ser vinculada a la profundización de la experiencia de la información como centro alternativo (a otros activos más tradicionales incluyendo activos intangibles como marcas y patentes) respecto del cual surgen modelos de negocios basados en los datos junto con activos tangibles.

Lo que caracteriza la primera etapa de la economía de la información conocida con el sobrenombre de “la economía de la colaboración” es precisamente el decaimiento de la noción de propiedad como se ha conocido tradicionalmente.

Uber sin la propiedad de los taxis, Airbnb sin una sola propiedad inmueble, Rappi sin un restaurante. No puede pensarse con ingenuidad que este fenómeno obedece a unos avezados empresarios sino más bien es el resultado de la conjunción de factores que dan origen a la datificacion de la realidad, con  el resultado entre otros de nuevas empresas y modelos de negocios, todos con algo en común: empresas de información sin activos más allá de algoritmos, y datos personales ajenos.

La economia del dato trae consigo dilemas tradicionales basados en intereses opuestos derivados de la profundización de la influencia de la tecnología en la sociedad pero que no se pueden atribuir solamente a la innovación sino a la demografía, al militarismo del siglo pasado, a la influencia de las matemáticas en las ciencias sociales y biológicas así como a la determinante expansión ideológica, política y económica de los Estados Unidos durante la última mitad del siglo XX (tanto de Wall Street como de Silicon Valley)

1. Viejos y jóvenes:

Con las TIC se agudizan las brechas generacionales y cada vez vamos a ser más “viejos” y caducos más pronto por el progreso tan vigoroso. Una transacción bancaria cada vez es más fácil y eficiente para los jóvenes pero muchos “ancianos” pronto van a perder el efectivo, las sucursales de bancos e incluso las monedas nacionales. El blockchain,  por ejemplo, permitirá resurgir a la confianza electrónica pero también la automatización de los contratos y un nuevo sacrificio de la expresión de la voluntad como base para el compromiso social y jurídico.

La batalla de la edad cada vez es perdida más pronto, los trabajos son reemplazados por robots y las profesiones devienen tecnológicas: fintech, legaltech, meditech entre otras.

fuente: https://pixabay.com/fr/hommes-d-affaires-communication-786073/

2. Letrados y analfabetos:

Pareciera ser que más pronto que tarde, saber programar y entender el funcionamiento de los algoritmos va a reemplazar el leer y el escribir como base para determinar el alfabetismo, entre otras para desempeñar casi cualquier oficio.

Las matemáticas como lingua franca reemplazarán un idioma cada vez más envilecido por los apenas cientos de caracteres que moldean la expresión de millones de miniblogs que constituyen el universo de la libertad de expresión.

3. Realistas y Virtuales:

Para las generaciones actuales la virtualidad se ha visto en pantallas pero ahora parece que la nueva generación viene más equipada para un mundo híbrido en el cual la irrealidad va a ser un eje fundamental.

Distinguir la realidad aumentada de la esencia de las cosas es un reto tan difícil como determinar la verdad en las ideas y las noticias.

4. Individualismo y colectividad

Parece que las TIC van a sumir a las nuevas generaciones en un individualismo desbordado. Ya lo percibimos en el cuasi autismo que genera la dependencia tecnológica y la conectividad permanente.  No es muy claro si el interés común y el interés general se mantendrán como valores sociales fundantes.

La economía del dato es la del exceso, en el fondo ya no es economía. La escasez convive con el potencial abuso de los titanes de Internet al amparo de un derecho de la competencia avejentado, anclado en la viejas teorías de los los tiempos del ruido.

5. Memoria y Olvido

Ante la hemorragia de la información, la memoria tiene demasiados bastones y prótesis en las TIC. Con la ley del mínimo esfuerzo es posible que las nuevas generaciones prefieran la amnesia colectiva y la historia se convierta en algo caduco y sin justificación.

Cada vez más deviene imperativo recobrar el poder sobre los datos pero paradójicamente se anuncia con bombos y platillos el fin de la privacidad.  Como corolario de lo anterior, algunos países propugnan por una soberanía sobre la data de sus ciudadanos y otros otorgan patente de corso para la transferencia de datos personales sin mayor límite o condición.

6. Conectados y desconectados

Los millones de desconectados que se mantienen y mantendrán en la brecha digital son pordioseros y desposeídos de información. Los pordioseros del acceso son aquellos que están fuera del ecosistema digital y que no comparten ni colaboran porque son los Homeless  de la nueva sociedad: su información personal no es relevante.

Ante este escenario complejo, no debe pensarse por ingenuidad o desconocimiento que el derecho de los mercados (por ejemplo el “incompentente” derecho de la competencia) tiene la solución, más bien debe pensarse en la regulación basada en el dato, en la información como la nueva fuente de valor (como en alguna época se descubrió la moneda como escenario regulatorio)

Esta historia continuará…

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