Facultad de Derecho

4 de septiembre de 2018

Nos mantenemos en la desidia

Para algunos, poco sorprenden los resultados de la consulta anticorrupción del pasado domingo 26 de agosto. En ese entonces, se invitó a la ciudadanía a decidir si acogía siete propuestas de ley, con el fin de morigerar el impacto que ha vivido el país en materia de corrupción. Durante muchos años, esta grave situación ha mermado las arcas del Estado, sin que a la postre se encuentre, al menos por algún ciudadano promedio, solución alguna.

Es por esto que este espacio de consulta popular, previsto por la Constitución y las leyes como un mecanismo de participación democrática, aparecía como una respuesta a tanto desdén por parte de los dirigentes de la República de cumplir con sus obligaciones.

Dicho esfuerzo fracasó.

Lo sorprendente de este hecho, independientemente de la postura ideológica o política que cualquiera pueda tomar, depende de un fenómeno aún mayor: la indiferencia. Que sólo cerca de la tercera parte del total de sufragantes de un país haya decidido ser parte de un ejercicio político propone reflexiones complejas, y que responden a una problemática de orden social mayor.

La incultura, la amplia desigualdad social que vive la población, la carencia de oportunidades, y la desinformación son, a nuestro juicio, elementos presentes en la cultura colombiana. Y más allá de una propuesta que pueda ofrecer el gobierno de turno, estos problemas responden a una coyuntura grave, y que necesita ser analizada por cada uno de nosotros.

Cada vez que algún estudiante o profesional plagia, copia en algún documento o examen, no paga los impuestos que le corresponden según su declaración de renta, o decide no pagar el pasaje de un servicio público de transporte atenta su integridad ética y la de sus congéneres. La corrupción, como fenómeno que supone la oposición de los intereses generales a costa del privilegio de que prevalezcan unos pocos privados, ha carcomido y continúa atenuando numerosas oportunidades que pueden ser de provecho para el desarrollo del pueblo colombiano. Y los abogados, como representantes de la legalidad de un país, más que los demás, deben ser conscientes de esta situación.

Ahora bien, esta circunstancia ha sido ampliamente discutida, donde algunas personas toman la postura de señalar que la causa de este padecimiento se ve principalmente en algo en específico: la educación, la carencia de ingresos o la idiosincrasia. Sin embargo, consideramos al respecto que el problema de la corrupción responde a un problema sencillo, que es la desidia que cada uno de nosotros mantiene al respecto.

Consideramos que cualquier persona, con pleno conocimiento de sus sentidos, puede tomar acciones concretas para paliar este fenómeno, que son las acciones del día a día. Y si bien no llegaremos al exabrupto de suponer que este fenómeno se extinguirá, si somos conscientes de que, si realmente buscamos un cambio en nuestro inmediato, debemos necesariamente cambiar nosotros, los operadores jurídicos. De todas formas, para eso requerimos de lo más importante: voluntad.

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