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7 de marzo de 2019

Todo por el rédito político (2)

Por: Eric Tremolada Álvarez

En la pasada columna nos referíamos -en clave colombiana- a cómo se equivocan los que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos que afectan a la sociedad cuando su actividad no se circunscribe al beneficio de la comunidad, sino a alcanzar un rédito político o un rédito electoral. Pero si en Colombia llueve, en el Reino Unido (RU) no escampa, pues esta perversa lógica del interés personal explica no solo el Brexit sino las dificultades para implantar una salida blanda.

El 29 de noviembre de 2018, explicábamos que el Acuerdo de separación de la Unión Europea (UE) con el RU logró convertir en una oportunidad el límite exterior entre las Irlandas, que permitiría al RU un acceso privilegiado al rentable y necesario mercado europeo. Un protocolo sobre Irlanda, garantizaría la libre circulación de mercancías entre la República de Irlanda (miembro de la UE) e Irlanda del Norte (territorio británico) hasta el 31 de diciembre de 2020, fecha en que vence el período transitorio de salida. Si para entonces no se ha logrado una solución para el RU en la libre circulación de mercancías, existe la posibilidad de una extensión que Londres deberá solicitar antes del 1° de julio de 2020.

Es decir, el Acuerdo que garantiza un Brexit blando, mantiene al RU dentro de la Unión aduanera que opera en la UE, no solo hasta que haya expirado el plazo transitorio -pactado en la salida- sino incluso en su extensión, con el fin de tener tiempo suficiente para encontrar una fórmula que evite la aparición de una frontera entre las Irlandas.

Sin embargo, los euroescépticos británicos, pensando en el rédito político que les da esta sin razón, discuten esta salvaguardia irlandesa (backstop) y disparándose en ambos pies, prefieren un Brexit duro que, no solo amenaza la estabilidad económica del RU sino, y lo que es más grave, que el Reino siga unido. Olvidan de plano, que la frontera de las Irlandas por tres décadas vivió atormentada entre el separatismo y las bombas que solo cesaron con el histórico Acuerdo de Viernes Santo de 1998, que se concretó gracias a las reglas europeas que implicaban la eliminación de la frontera física.

Lo primero que hay que recordarle a los euroescépticos y nacionalistas británicos, es que Irlanda del Norte, sabiéndose parte del RU votó mayoritariamente por la permanencia en la Unión Europea, no solo por los beneficios que de esta deriva, sino también por no reavivar el separatismo y su violencia.

En otras palabras, la UE es más consiente que los políticos británicos y de ahí que contra sus intereses cediera y pactara la salvaguardia irlandesa, aunque esta solución de mantener a Irlanda del Norte dentro de la unión aduanera no la aceptan los brexiters, primero porque el RU no contará con la capacidad unilateral de ponerle fin y, segundo, al creer que se les facilitará negociar jugosos acuerdos comerciales bilaterales sin contar con la UE. Tampoco los satisface un estatus como el de Noruega, que no los saca del mercado único, pues sienten que traicionarían a sus votantes.

Así, la primera ministra Theresa May, quiere volver a insistir con los que dejarán de ser sus socios en 36 días, que acepten -como si fuera factible- una frontera inmaterial que, con tecnología digital, permita la salida de RU sin que se levante una frontera física, con guardias, aduanas y puestos fronterizos.

 

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